domingo, diciembre 03, 2006
Ese loco aragonés
Ese loco aragonés que aparecía en la prensa mendocina el 11 de noviembre pasado era Miguel Escorihuela Gascón. Nació en Tronchón (Maestrazgo de Teruel) en 1861 y murió en Mendoza (Argentina) en 1933.
Hacia mediados de la década de 1920, en la siempre sísmica Mendoza resultaba bastante cuerdo pensar que era una locura vivir o trabajar en una construcción de cinco pisos con una torre de tres plantas encima. No por nada el bodeguero y empresario Escorihuela se ganó el mote de El loco cuando decidió levantar en plena ciudad el Pasaje San Martín. Pero el tiempo —y los temblores también— ayudarían a demostrar que ese inmigrante aragonés no era un demente, sino un optimista visionario.
El 11 del pasado noviembre, el Pasaje cumplió 80 años, y sigue en pie. Además de ser una postal característica de Mendoza y un exponente de la arquitectura de su época, el 11 de noviembre de 1926, cuando fue inaugurado, se convirtió en el primer edificio de altura de la provincia y se puso a la vanguardia de las galerías comerciales en el interior del país. También, con los años, transformó la esquina de San Martín y Sarmiento en un inevitable punto de encuentro social, característica que perdura hasta la actualidad. Y desde 1997, por el Decreto Nº 2.190, es Patrimonio Cultural de la provincia.
Aunque suene paradójico, fue precisamente un terremoto el que ayudó a demostrar que Escorihuela no era un loco y que el pasaje era una idea exitosa.
Hasta 1926, en Mendoza se habían levantado pocos edificios de hormigón armado y sismorresistentes de hasta cuatro pisos, como el del Jockey Club, donde hoy funciona la Subsecretaría de Turismo. Inspirándose en los grandes pasajes comerciales de aquel tiempo —como la Galería Pacífico en Buenos Aires— y recurriendo a ese sistema constructivo, Escorihuela le dio al arquitecto Edmundo Romero la misión de diseñar un edificio de ocho pisos, con apartamentos y oficinas, con salidas a tres calles, techos abovedados y vitrales traídos de Francia. La obra fue ejecutada por la constructora F.H. Schmidt S.A.
Ya en los tiempos en que se estaba construyendo, los provincianos temerosos de los sismos veían el proyecto con resquemor. De hecho, el miedo llegó a tal punto que tras la inauguración del Pasaje pocos se arriesgaron a ocuparlo. Rápido de reflejos, Escorihuela tuvo otra de sus alocadas ideas: seducir a los potenciales inquilinos ofreciéndoles los primeros tres meses de alquiler gratis. Pero no hubo manera, fue muy difícil alquilarlos hasta que la misma naturaleza vino en su ayuda.
El 14 de abril de 1927, Mendoza se sacudió por un terremoto que tuvo epicentro en Chile: las ruinas de San Francisco quedaron amenazadas y varios edificios públicos y privados locales sufrieron severos daños. No obstante, eso selló el futuro del temido Pasaje, que no padeció ningún daño. Los mendocinos empezaron a convencerse de que era seguro.
Si bien en la década de 1930 Mendoza comenzó a poblarse de otras edificaciones de altura, el Pasaje fue el más alto hasta 1954, cuando justo en frente se inauguró un coloso de diez pisos y una torre de 34 metros: el edificio Gómez.
Hacia mediados de la década de 1920, en la siempre sísmica Mendoza resultaba bastante cuerdo pensar que era una locura vivir o trabajar en una construcción de cinco pisos con una torre de tres plantas encima. No por nada el bodeguero y empresario Escorihuela se ganó el mote de El loco cuando decidió levantar en plena ciudad el Pasaje San Martín. Pero el tiempo —y los temblores también— ayudarían a demostrar que ese inmigrante aragonés no era un demente, sino un optimista visionario.
El 11 del pasado noviembre, el Pasaje cumplió 80 años, y sigue en pie. Además de ser una postal característica de Mendoza y un exponente de la arquitectura de su época, el 11 de noviembre de 1926, cuando fue inaugurado, se convirtió en el primer edificio de altura de la provincia y se puso a la vanguardia de las galerías comerciales en el interior del país. También, con los años, transformó la esquina de San Martín y Sarmiento en un inevitable punto de encuentro social, característica que perdura hasta la actualidad. Y desde 1997, por el Decreto Nº 2.190, es Patrimonio Cultural de la provincia.
Aunque suene paradójico, fue precisamente un terremoto el que ayudó a demostrar que Escorihuela no era un loco y que el pasaje era una idea exitosa.
Hasta 1926, en Mendoza se habían levantado pocos edificios de hormigón armado y sismorresistentes de hasta cuatro pisos, como el del Jockey Club, donde hoy funciona la Subsecretaría de Turismo. Inspirándose en los grandes pasajes comerciales de aquel tiempo —como la Galería Pacífico en Buenos Aires— y recurriendo a ese sistema constructivo, Escorihuela le dio al arquitecto Edmundo Romero la misión de diseñar un edificio de ocho pisos, con apartamentos y oficinas, con salidas a tres calles, techos abovedados y vitrales traídos de Francia. La obra fue ejecutada por la constructora F.H. Schmidt S.A.
Ya en los tiempos en que se estaba construyendo, los provincianos temerosos de los sismos veían el proyecto con resquemor. De hecho, el miedo llegó a tal punto que tras la inauguración del Pasaje pocos se arriesgaron a ocuparlo. Rápido de reflejos, Escorihuela tuvo otra de sus alocadas ideas: seducir a los potenciales inquilinos ofreciéndoles los primeros tres meses de alquiler gratis. Pero no hubo manera, fue muy difícil alquilarlos hasta que la misma naturaleza vino en su ayuda.
El 14 de abril de 1927, Mendoza se sacudió por un terremoto que tuvo epicentro en Chile: las ruinas de San Francisco quedaron amenazadas y varios edificios públicos y privados locales sufrieron severos daños. No obstante, eso selló el futuro del temido Pasaje, que no padeció ningún daño. Los mendocinos empezaron a convencerse de que era seguro.
Si bien en la década de 1930 Mendoza comenzó a poblarse de otras edificaciones de altura, el Pasaje fue el más alto hasta 1954, cuando justo en frente se inauguró un coloso de diez pisos y una torre de 34 metros: el edificio Gómez.
Etiquetas: Argentina