martes, marzo 27, 2012

 

Carta de una docente: Derechos, que no privilegios

http://educativos.wordpress.com/2012/03/06/carta-de-una-docente-derechos-que-no-privilegios/

Según el Diccionario de uso del español de María Moliner, privilegio es la excepción de una obligación, o posibilidad de hacer o tener algo que a los demás les está prohibido o vedado, que tiene una persona por una circunstancia propia o por concesión de un superior. Por el contrario derecho es la circunstancia de poder exigir una cosa porque es justa. Soy funcionaria, me dedico a la docencia y trabajo en un instituto de educación secundaria, en este país. Y no, yo no tengo privilegios.


El sueldo que cobro es un derecho que me gano honradamente con mi trabajo. Está regulado por un convenio en el que participan y firman todas las partes interesadas. Es transparente, cualquier ciudadano puede saber lo que cobro. Hacienda conoce perfectamente mis ingresos, en mi declaración no cabe el fraude ni la picaresca. Mis ahorros, pocos, están en entidades bancarias completamente controladas por el estado, y no en paraísos fiscales. Me levanto todas las mañanas a las seis y media para ir a trabajar. Cuando regreso estoy cansada, porque, aunque no lo parezca, este oficio es agotador. Diariamente doy cuenta de mi trabajo primero a mis alumnos y por supuesto a sus padres, luego a mi director y si es preciso al inspector de mi zona, porque yo sí tengo jefes. Obtuve mi puesto de trabajo aprobando una oposición, que por si alguien no lo sabe, es una prueba muy dura, y no hubo “enchufismos” de ninguna clase. Si tengo que ir a trabajar en coche, el vehículo es propio y pago la gasolina, yo no tengo coche oficial ni chófer. Si he de quedarme a comer, me pago la comida, yo no cobro dietas. El café y el almuerzo corren por mi cuenta, y hasta los bolígrafos rojos que gasto para corregir los ejercicios de mis alumnos, los compro con mi dinero. Los libros de texto y de lectura que necesito para trabajar, de momento, nos los ceden, gratuitamente las editoriales, tampoco les cuestan un euro a la Administración.


No, yo no tengo privilegios. Alguien podría pensar que disfruto de un mes de vacaciones más que el resto de mortales. Pero durante el curso escolar trabajo prácticamente todos los domingos, y cuando no trabajo en domingo es porque lo he hecho en sábado. Si cuentan todos estos días, verán que suman más de 31, que son los que tiene el mes de Julio. Cuando llevo a mis alumnos de excursión o de viaje, les dedico las 24 horas, dejando a mis hijos y a mi familia.


No, yo no tengo privilegios. Y sin embargo me siento privilegiada. Sí, me siento privilegiada porque considero que mi trabajo es muy importante y valioso y realizo un servicio social. Me siento privilegiada cuando veo crecer y madurar a mis alumnos, los veo superar sus dificultades y aprender, y yo estoy ahí ayudándoles, aunque solo sea un poquito. Me siento privilegiada cuando mis alumnos me saludan por la calle, casi siempre con una sonrisa y cuando hablo con sus padres con la cordialidad propia de quienes comparten objetivos. Me siento privilegiada cuando encuentro a antiguos alumnos y me hablan de sus vidas, de sus éxitos y sus proyectos. Y sobre todo me siento privilegiada porque trabajo rodeada de extraordinarios profesionales que se dejan la piel día a día para llevar a buen puerto esta nave que la Administración se empeña en hacer zozobrar.


Sí, estos son mis privilegios, pero puedo asegurarles que no le cuestan ni un euro al contribuyente.


Con todo, no crean que quiero ponerme medallas, nada más lejos. En el fondo me siento como el siervo inútil del Evangelio, al fin y al cabo solo cumplo con mis obligaciones. Pero es importante no confundir derechos con privilegios. Los recortes en Sanidad y Educación, son recortes en derechos y no en privilegios. Que no os confundan. No veáis enemigos donde hay amigos, ni verdugos donde hay víctimas como vosotros. Confundir es un arma de poder para camuflar al verdadero culpable.


Con todo lo que está cayendo sobre los docentes, lo que más me duele no es la pérdida de poder adquisitivo, sino el menoscabo moral al que se nos está sometiendo. Solo pido a la sociedad, respeto. A los políticos, honestidad, porque muchos han olvidado el significado de esa palabra, si es que lo conocieron alguna vez. También les pido valentía, porque pisotear al débil es de cobardes. Los culpables de esta crisis son mucho más poderosos que nosotros y sí tienen privilegios, que lo paguen ellos. Por la dignidad del docente, que es lo que no nos pueden quitar.

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lunes, marzo 26, 2012

 

Estado de Israel: Abusos sistemáticos y torturas

Hoy cedo el espacio en este blog a Carmen Rengel. Éste es su artículo publicado en periodismohumano.com.
Sin sus padres, sin sus abogados, sin derecho a asistencia social, sin comer, sin dormir, sin cargos concretos, sin traductor. Pero sí con golpes, con amenazas, con nocturnidad, con prisas, con arbitrariedad. Así se produce gran parte de las detenciones de menores palestinos por parte de la Policía israelí, según los informes elaborados por Save the Children, Defence For Children International, B´Tselem y la Asociación de Derechos Civiles de Israel (ACRI), avalados por Unicef, el organismo de Naciones Unidas de asistencia a la infancia. La estadística ha mejorado en el último año, pasando de los 3.470 chavales puestos bajo custodia en 2010 a los 2.301 con que cerró 2011 (1.169 menos), pero las condiciones del arresto siguen siendo las mismas. Los abusos “sistemáticos” y las “torturas” se perpetúan. Hoy hay 170 menores palestinos en las prisiones de Israel.
Soldados israelíes detienen a un menor palestino en Shuafat, en 2012 (foto: Activestills)
“La detención tiene un impacto devastador sobre los niños, sus familias y sus sociedades”, afirma Eyad al Araj, asesor de programas de Save The Children. Es el fruto del maltrato y la incertidumbre. El 98% de los chavales, sostienen los informes, asegura que ha sufrido algún tipo de violencia, sea verbal o física, mientras nueve de cada diez termina saliendo libre sin saber siquiera de qué delito era sospechoso. El seguimiento médico que estas ONG hacen a los niños demuestra que más del 90% de ellos acaba desarrollando estrés postratumático, que se manifiesta en ataques de ansiedad y pesadillas, sobre todo. “Unos mojan la cama, otros se niegan a salir de su casa por miedo a ser detenidos de nuevo, algunos hasta se esconden para no ir al colegio. Terminan siendo adolescentes mutilados socialmente, excesivamente tímidos, sobreprotegidos por sus familias, incapaces de afrontar la vida con naturalidad de puro pánico”, resume Agnes Morgan, voluntaria que asiste a los chicos (mayoría casi absoluta) a su regreso a casa.
La mayoría de los menores son interrogados por haber lanzado supuestamente piedras contra miembros de la seguridad israelí o alguno de sus intereses (carreteras, vehículos, colonos). Saudami Siegrist, a cargo del programa de protección a la infancia de Unicef en Palestina, denuncia que a todos ellos, incluso a los menores de 12 años, se les juzga en un tribunal militar. “En ningún otro lugar se juzga de forma sistemática ante estos tribunales, tan inadecuados para la protección de los derechos de un niño”, explica. El motivo es que se aplica la “excepcionalidad terrorista” de forma generalizada, “agravando sin dar pruebas el posible delito” y entrando en las casas “arrestando a jóvenes sin orden expresa y sólo aludiendo a la sospecha, elevada a rango legal”, abunda.
El impacto de la detención de niños en los territorios palestinos ocupados.
 Enlace al informe completo de Save the Children
En las Fuerzas Armadas de Israel se está empezando a producir un giro y ya, públicamente, asumen que hay “numerosas quejas” sobre las detenciones de menores de 18 años y, por eso, van a “revisar” el tratamiento que se les da durante el arresto y el encarcelamiento posterior. La respuesta, dada hace unos días a la agencia Reuters, es “insuficiente” para los cooperantes pero es insólita en la política israelí. Pese a ello, portavoces como Arye Shalitar siguen poniendo matices. “Tirar piedras es un delito grave, hay que recordarlo. Es una acción que puede causar heridas o muertes. Recuerdo un caso: en septiembre, Asher Palmer y su bebé murieron cerca de Hebrón por el ataque de jóvenes con piedras tiradas a mano o con potentes tirachinas. Siempre se habla como si las IDF y la Policía fueran deteniendo niños porque sí, pero "hay que entender la potencialidad del peligro y la violencia que a veces emplean estos jóvenes", argumenta.
Estadísticas y réplicas aparte, quedan las historias, las de los más de 8.000 niños detenidos en lá última década, 700.000 desde el final de la Guerra de los Seis Días (1967). Casos como el de Odai, 11 años, de Abu Tor, en Jerusalén Este, que cometió el error de echar a correr con su burro al ver a una patrulla de soldados cerca del asentamiento próximo de Har Homa. Fue hace casi cinco meses. “Vinieron a por mí y me pillaron. Eran tres soldados. Decían que yo había tirado piedras con más gente. Yo les dije que no. Había estado toda la mañana con mi hermano Hazem porque mi madre [viuda desde hace dos años] estaba trabajando. Yo no había sido, pero me metieron en el coche igual”. Es lo único que Odai cuenta con excitación y urgencia. Luego se detiene, busca apoyo en su madre, Ruba, y prosigue con gravedad. Fue trasladado a la comisaría del Russian Compound, donde se ubica una de las cárceles más antiguas de la ciudad. “No me dio tiempo a avisar”, se queja.
Su madre encontró la casa en silencio y al pequeño Hazem con la vecina, llorando. No tenía ni idea de lo que había pasado con su primogénito. Tras muchas rondas por el barrio, alguien le dio pistas de la redada, empezó a preguntar en las comisarías y dio con él. Hacía más de seis horas que el niño estaba encerrado, sin asistencia letrada y sin aviso a sus allegados. Mientras, le fueron preguntando por el ataque a pedradas, que Odai negó siempre, y luego derivaron la conversación sobre si él sabía de otroc chicos del barrio que sí que hubieran lanzado piedras. No quiso hablar. Entonces le ataron las manos a la espalda y le taparon los ojos. Así estuvo “un rato largo”. Volvieron a preguntarle, y esta vez le preguntaban con nombres por delante, los de sus primos y sus amigos. No habló. “Me cogieron del pelo fuerte, me acercaban la cabeza a una pared, pero no me dieron fuerte”, susurra. Su madre esperaba fuera, en la calle, sentada en un bordillo. Tras 17 horas de encierro, el chaval salió. No hubo cargos, ni acta de su interrogatorio ni explicaciones a Ruba. “Mi hijo es afortunado. Otros han pasado más. Pero le dura el miedo y quiere venir conmigo a todos lados. Es un niño bueno y no está acostumbrado a que lo maltraten”, lamenta. “Iba para hombrecito fuerte y ahora es más niño que Hazem”, dice bajo, para que Odai “no llore”.
Los informes desvelados estos días, realmente, incluyen casos más sangrantes. Como el de Abdullah, de 12 años, que no había tirado piedras, pero sí su hermano, Kamal, de 15. El adolescente escapó de la patrulla escondiéndose por su barrio (el Monte de los Olivos jerosolimitano) y los agentes pillaron al más pequeño “para que hablara“. Como no cantaba, al día siguiente la Policía fue a la escuela a por el menor de la familia, Mohamed, de 9 años. Lo sacaron del aula a golpes y, al intentar subirlo en un jeep, se resistió. Entonces le rociaron gas para inmovilizarlo. Lo tiraron al suelo del coche y lo registraron “por si llevaba piedras“, reza el dossier de B´Tselem. Lo llevaron con su hermano. Los interrogaron conjuntamente más de una hora; fue el primer encuentro. Luego les hicieron preguntas, siempre sobre el hermano mayor, otras cuatro veces. Denuncian bofetadas y pellizcos. Que les quitaron la ropa de abrigo, y era enero. Que no les dieron de comer, y estuvieron en comisaría casi 35 horas. Uno de ellos se orinó encima del miedo y no pudo ir al baño a lavarse. De pronto, sin haber visto a padres ni letrados, se los llevan a ver al juez. Les impone 250 shekels (unos 50,5 euros) de multa a cada uno y 14 días de arresto domiciliario. Se desconocen los motivos. El pequeño Mohamed sigue teniendo pesadillas y manía persecutoria, casi un año después del arresto.
El ACRI desvela golpes con culatas de armas, duchas de agua fría, aislamiento en celdas minúsculas, presiones para que los niños firmen documentos en hebreo para poder irse libres, sin explicarles lo que dice, cuando esos delitos “nunca” son borrados, como sí ocurre con los de los menores israelíes. “Ya tienen toda su vida la amenaza constante de sumar más cargos si no cooperan o delatan a otros”, reza el informe. En los interrogatorios más extremos, “se aplican golpes en el rostro o abdómen, privación de sueño, pinchazos de agujas en las manos, piernas y pies, amenazas de violencia sexual o abuso explícito“. Así, indican los expertos, se logra una confesión rápida.
“Siempre les digo a mis hijos que tienen que ser patriotas en este entorno político, que tienen que servir a su tierra pero para ello no necesitan piedras. Lo que yo quiero para mis hijos es que defiendan su patria de una forma no violenta”, relata Tamer, un albañil de Taybeh, en Cisjordania, padre de cinco hijos (cuatro niños, una niña). Uno de ellos, Attia, fue arrestado con 17 años durante una manifestación contra colonos que cortó la carretera a Nablus, bordeada de asentamientos. Aún está en prisión, allí lleva cinco meses largos. Tiene que cumplir tres meses más, por daños causados a la vía. No se le ha aplicado la ley del menor, como a los demás. Padre e hijo se han visto dos veces, de lejos, en la corte de justicia. No han podido abrazarse. El adolescente no tiene visitas admitidas. No ha recibido educación, imposible acabar el instituto a tiempo. Y eso que no era mal estudiante del todo. Debe llevar el uniforme marrón de los presos, como los adultos, con los que comparte celda, cubículos de 7 por 3 en los que la infancia se disuelve. “Entré siendo un niño. Hoy no sé ya qué soy”, dice Attia en una carta extractada por Save The Children. “Les roban la humanidad”, denuncia su progenitor, “y seguirá ocurriendo mientras dure la ocupación”.

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jueves, marzo 22, 2012

 

Novela negra: Un ser abominable

Cinco años después de leer Roseanna, la primera novela de la serie del inspector Martin Beck, escrita por los padres de la novela negra sueca Maj Sjöwall y Per Wahlöö, y ya leídas las cinco siguientes de la serie, por fin cae en mis manos la que hizo el número siete: Un ser abominable.

Un ser abominable (1971, Maj Sjöwall y Per Wahlöö)

En esta ocasión, en lugar de hacer un resumen o dar una opinión (esto último no podría hacerlo todavía), voy a poner el inicio del capítulo seis. Creo que basta para hacerse una idea sobre qué significaba para Sjöwall y Wahlöö describir la escena del crimen. ¡Cómo disfruto con las novelas de Sjöwall y Wahlöö!
La habitación tenía cuatro metros y medio de larga, tres metros de ancha y unos tres y medio de alta. Los colores, monótonos, eran de un sucio blanco en el techo y de un indefinido amarillo grisáceo en las enyesadas paredes. En el suelo, losetas de mármol blanco grisáceo. Los marcos de la puerta y de las ventanas de un gris claro. Ante la ventana colgaban pesadas cortinas de damasco amarillo pálido y, tras ellas, otras más finas, blancas, de algodón. La cama de hierro estaba pintada de blanco, o sea del mismo color que las sábanas y la funda de la almohada. La mesita de noche era gris y la silla de madera era de color pardo oscuro. La pintura del mobiliario estaba descolorida, y las ásperas paredes aparecían agrietadas por el tiempo. El estuco del techo se había desprendido en algunas partes, y se veían manchas oscuras donde había penetrado la humedad. Todo se veía viejo, pero estaba limpio. Sobre la mesa había un jarrón de níquel plateado con siete pálidas rosas rojas. Además, unas gafas y la funda de éstas, un tazón de plástico transparente con dos pequeñas pastillas blancas, un pequeño transistor de radio, color blanco, una manzana ya mordida y un vaso medio lleno de un líquido amarillo brillante. En el estante de abajo había un montón de revistas, cuatro cartas, un bloc de papel rayado, un diminuto bolígrafo Waterman con repuestos de puntas en cuatro colores diferentes, y algunas monedas sueltas para cambio, exactamente ocho piezas de diez ore, dos de veinticinco ore, y seis de una corona. La mesa tenía dos cajones. En el superior había tres pañuelos usados, una pastilla de jabón en una jabonera de plástico, un tubo de pasta dentífrica, un cepillo de dientes, un frasco de loción para después del afeitado, una cajita de pastillas contra la tos, y un estuche de cuero con un limpiauñas, una lima y unas tijeritas. El otro contenía una cartera, una afeitadora eléctrica, un sobrecito con sellos de correo, dos pipas, una bolsa de tabaco y una postal en blanco y negro del Ayuntamiento de Estocolmo. Había varias prendas de vestir colgando del respaldo de la silla: una chaqueta de algodón gris, pantalones del mismo color y material, y un camisón blanco largo hasta las rodillas. Sobre el asiento de la silla había ropa interior y calcetines, y junto a la cama, un par de zapatillas. Un bañador color beige colgaba del gancho para ropa junto a la puerta.
Sólo había un color completamente diferente en la habitación: un rojo horrible. 
El muerto yacía echado de lado entre la cama y la ventana. Le habían cortado la garganta con tal fuerza que la cabeza había quedado echada hacia atrás en un ángulo de casi noventa grados y yacía con la mejilla izquierda sobre el suelo. La lengua se había forzado un camino a través de aquel boquete y la dentadura postiza de la víctima sobresalía de los labios mutilados. 
Caído hacia atrás, la sangre había salido a borbotones de la arteria carótida. Esto explicaba la veta carmesí a través de la cama y las salpicaduras de sangre en el jarrón de flores y la mesita de noche. 
Por otra parte, la herida en el diafragma había empapado la camisa de la víctima y producido el enorme charco de sangre que se había formado alrededor del cuerpo. Una inspección superficial de la herida indicaba que alguien, de un solo golpe, había cortado el hígado, los conductos de la bilis, el estómago, el bazo y el páncreas. Por no mencionar la aorta. 
Virtualmente toda la sangre del cuerpo se había vertido en pocos segundos. La piel era de un blanco azulado y parecía casi transparente, allá donde podía verse; por ejemplo, en la frente y en partes de las espinillas y los pies. 
La lesión en el torso era de unos veinticinco centímetros de larga y estaba completamente abierta; los órganos lacerados habían presionado hacia afuera entre los cortados bordes del peritoneo. 
Podía decirse que aquel hombre había sido virtualmente cortado en dos.

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miércoles, marzo 21, 2012

 

Cinegoza

Hemos incluido en la lista "bitácoras que miramos" el blog Cinegoza, un blog sobre información cinematográfica en Zaragoza, a cuyo autor hemos tenido el placer de conocer con motivo de la organización del primer ciclo sobre Derechos de Infancia y Adolescencia en el Aula de Cine de la Universidad de Zaragoza.


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domingo, marzo 18, 2012

 

Frases de Cine Negro: "El abrazo de la muerte"


Repitiendo director con respecto a la última anotación, Robert Siodmak, recordamos otra de sus buenas películas de cine negro y, quizás, una de las grandes olvidadas: El abrazo de la muerte (Criss Cross).

Yvonne De Carlo y Burt Lancaster

Película representativa del género, contiene casi todos los elementos propios del film noir: mujer fatal, atraco casi perfecto, flashback, fotografía oscura en interiores y luminosa en las secuencias de Los Ángeles, y personajes abocados a su destrucción.

Destacan la utilización dramática de la profundidad de campo (en escenas como la del encuentro de los amantes en la estación o la escena del hospital) y el uso de los espejos para proyectar la realidad. A destacar también las escenas en el bar de Frank, lugar de encuentros y desencuentros y guarida de mafiosos.

Dos personajes nítidos y previsibles y otro mucho más interesante, de gran ambigüedad. Forman un estupendo triángulo, dos hombres enamorados y una mujer ambiciosa.

El triángulo de la muerte

Los nítidos: el perdedor, Steve (Burt Lancaster), que se deja arrastrar a un destino fatal debido a su pasión por Anna, la mujer fatal, a pesar de los intentos por salvarle de su madre y de su mejor amigo, el teniente de policía. Y el malo-malísimo, el jefe de la banda, Slim (Dan Duryea), también enamorado de Anna, hasta el punto de maltratarla para poseerla con más intensidad.

El personaje ambiguo: a diferencia de otras femmes fatales, Anna (Yvonne De Carlo) nos mantiene hasta el final de la película, e incluso después, con la duda, ¿con quién se queda?, o mejor dicho, ¿con quién se hubiese quedado en el hipotético caso de ser todo diferente?. Y el personaje de Anna es sólo el centro de todo un catálogo de desconfianzas de todos contra todos.

Destacables también los secundarios, como esa primera aparición en el celuloide de Tony Curtis (sin acreditar) bailando con Anna, o esa "chica de la barra" en el bar de Frank, siempre con una copa de ventaja...

La chica de la barra, siempre con una copa de ventaja

La película de hoy: El abrazo de la muerte
Título original: Criss Cross
Director: Robert Siodmak
Año: 1949
IMDB: más información

Algunas frases:

Anna.— Todo cuanto nos ha pasado, los errores que hemos cometido, hemos de olvidarlo. Yo haré que lo olvides. Y cuando hayamos salido de todo esto y estemos a salvo, nos ocuparemos de nosotros. Sólamente de ti y de mi, de ser felices como debimos serlo desde el principio.

Steve.— Desde el principio sólo había un camino a seguir, estaba escrito. La fatalidad o lo que quiera que sea ha guiado nuestras vidas.

Steve.— Cuando una mujer se nos mete en el corazón, difícilmente se la puede desterrar de él. Es como la brizna de manzana que se introduce entre los dientes.

Steve.— No sabes lo que haces, lo malo es que sabes lo que quieres.

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sábado, marzo 17, 2012

 

Foto: ropa tendida

Ropa tendida,
junto al puerto de San Sebastián
(foto: Javifields)
En muchos sitios tender ropa está prohibido.

En otros pocos, la ropa tendida parece estar 'bendecida'.

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viernes, marzo 16, 2012

 

Los bolígrafos más trabajados de mi vida...

... son estos dos:


¿Que por qué?

Por esto...


Uffffffff.

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domingo, marzo 11, 2012

 

Foto: San Sebastián, esa señora sentada

Señora sentada en San Sebastián
(foto: Javifields, clic para ampliar)
Un raudal de luz y de gaviotas.
Es ahora mismo, el ahora, el siempre ahora.


Sin ayer ni pasado, totalmente glorioso,
como quien se mira a sí mismo sin verse.


En esta claridad, los mínimos detalles
parecen joyas, parecen lo visto que no vimos,
y concretan el milagro diluido, 
y el poliedro se irisa y abre luces imprevistas.


De pronto todo es nuevo; de pronto es lo increíble.
Se disparata el cielo girando a la redonda
y los números cantan sin saber lo que dicen,
felizmente irredentos, matemáticos a locas.


Gabriel Celaya

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jueves, marzo 08, 2012

 

Frases de cine: El chico

En mi opinión, se trata de una obra maestra creada por un genio. Una película de 1921 (aunque la que incluyo aquí es la versión revisada por el propio autor en 1971) que mantiene a día de hoy, 91 años después, la misma frescura, belleza, ternura y humor del día de su estreno, en Nueva York, el 21 de enero de 1921. Y que probablemente mantendrá las mismas cualidades dentro de otros 91 años, cuando todos nosotros estemos calvos.

El chico (1921), de Charles Chaplin

La película de hoy: El chico
Título original: The Kid
Director: Charles Chaplin
Año: 1921 (revisada en 1971)
IMDB: más información

No hace falta escribir nada. Es mejor verla (espero que dure el enlace). Disfrutadla, sólo son 53 minutos.





Es cine mudo, así que... pocas frases. Pongo únicamente la que aparece justo al principio:
A picture with a smile — and perhaps, a tear.

Fue la película elegida para iniciar el Primer Ciclo de Cine sobre Derechos de Infancia y Adolescencia, organizado por la Asociación Universitarios con la Infancia y programado en el Aula de Cine de la Universidad de Zaragoza, en marzo de 2012.

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viernes, marzo 02, 2012

 

Foto: Fiestorro en Gerbe

Con un ángel y dos papanoeles, menudo fiestorro en Gerbe.

Fiestorro

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