lunes, noviembre 30, 2009

 

Espacio cedido a... Guillermo Fatás

Lo que sigue apareció publicado ayer en el Heraldo de Aragón. La versión digital de dicho periódico es tan sumamente mala que no permite, por ejemplo:
  1. hacer búsquedas de sus artículos o
  2. saber en qué fecha está publicada una noticia cualquiera.
Varias veces he rellenado el formulario "para el Director" enviando este tipo de comentarios pero no deben parecerles fallos importantes porque no he obtenido respuesta ni tampoco se han resuelto esos problemas.

En fin, espacio cedido a... Guillermo Fatás. No pongo el enlace al artículo original en el Heraldo porque no lo he encontrado (he extraído el texto del resumen de prensa de mi "empresa").

Se quedó corto (por Guillermo Fatás).
La Universidad de Zaragoza ni cuesta mucho dinero ni es malgastadora, aunque el Gobierno de Aragón diga lo contrario e insinúe que su gestión es descuidada. Lo cierto, en términos de promedio nacional, es lo contrario: vive con modestia y administra con pulcritud recursos escasos. No hay nada en su gobierno ni remotamente equivalente a esa clase de gastos que en otros organismos públicos pueden tildarse de suntuarios o caprichosos, como muebles de lujo, asesores ociosos o caras campañas de autopromoción.

Mi Facultad trabaja en unas instalaciones desvencijadas, deprimentes, prueba del respeto real que merecen al poder quienes estudian y enseñan el mudéjar, la historia y la geografía de Aragón, a Goya, Marcial, Gracián y Sender, los iberos y los celtas, el periodismo, la gestión de archivos y bibliotecas, las lingüísticas (españolas y extranjeras) y otros temas importantes que, además, resultan a la postre un buen negocio y no para la Universidad, sino para Aragón.

Concretemos un poco. La comisión paritaria DGA-Universidad no se reúne desde hace meses. Hemos visto al rector temer que se demorase su comparecencia ante una comisión de las Cortes (no ante el pleno), al no recibir información sobre su solicitud mientras se elaboraban los Presupuestos de Aragón. Sostener seis campus en tres ciudades es caro y, si tal es la opción política aragonesa, ha de ponderarse cuánto se dificulta con esa dispersión una cualificación general de excelencia si los presupuestos no aumentan en gran proporción, en lugar de congelarse o bajar, como sucede. Algún político pide trasvasar profesorado de unas áreas a otras, como si las especialidades académicas fueran intercambiables y un experto en Fitogenética pudiera mudarse en otro de Econometría de la noche a la mañana: las Universidades de planta funcionarial, que son casi todas las europeas, tienen ventajas e inconvenientes y para gobernarlas hay que conocer cuáles son, a fin de exigirles lo que es debido, pero abstenerse de pedirles neciamente lo que no pueden dar. Otros hablan de rentabilidad: ¿cómo se mide la del Griego o la del Árabe Andalusí? ¿Por el número de 'clientes', como en un bar o en una tintorería? Habría, pues, que cerrar esos estudios; que, por cierto, la universidad privada jamás ofrecerá.

Y, en fin, uno se hace cruces cuando oye hablar, a políticos supuestamente expertos en la materia, de los «remanentes de tesorería» de la Universidad. Si con eso se alude al concepto usual de remanente el dinero presupuestado que queda sin gastar por alguna razón, sépase que en la Universidad de Zaragoza es una cantidad insignificante respecto del total del presupuesto y de la magnitud de las necesidades. Y si se alude al remanente no presupuestario (esto es, a lo que hay en caja del dinero que la Universidad consigue a través de sus investigadores y de las cátedras de empresa), esos fondos están adjudicados, son finalistas y no de libre disposición, y su uso impropio es una práctica indeseable que, en la actual coyuntura, resulta, además, imposible.

Los vicios de la Universidad de Zaragoza existen y son los genéricos de las universidades españolas, como 'endogamia' académica, anquilosamientos en la plantilla, rigidez en la oferta o exceso de rutinas lectivas. Pero, dicho eso, la docencia, sin la que no hay Universidad que valga, es una faceta en la que destaca nuestra alma máter por su calidad superior a la media, según los estudios disponibles. Y en investigación es mejor que mediana.
La de Zaragoza no es una universidad deslumbrante, pero sí cumplidora y eficaz, que a diario suple con celo muchísimas carencias. ¿O alguien cree que nada en la abundancia? ¿O que lo usual en ella es el malgasto? ¿O que está poblada de incompetentes? Sin negar mi propensión a defenderla, afirmo que nuestra Universidad pública figura en las clasificaciones solventes en mejores puestos que los previsibles, dados el monto de los fondos oficiales que recibe y la dispersión geográfica de sus obligaciones.

Ha nacido un clima desapacible. Al Gobierno de Aragón le ha molestado ver al rector en una sala de las Cortes manifestando sus muy justificadas preocupaciones delante de la oposición, en lugar de confesarlas en el Pignatelli. A mí me parece que se quedó corto.

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