miércoles, junio 14, 2006
Un instante antes de morir
Fotógrafo: Antoine de Pierrefeu
 El accidente es mortal. La moto chocará frontalmente contra el morro del coche, él saldrá despedido por los aires y su cabeza se estrellará contra el asfalto, el cráneo se le partirá en dos, su cerebro se esparcirá en mil pedazos y la muerte será instantánea, violenta, trágica, rebelde, terriblemente poética, sí, porque es poética y rebelde la muerte de un joven hoy en día a los dieciséis años, un joven sencillo, un joven cualquiera. Pero la voz va más allá. Le indica una posibilidad para evitar ese final, la posibilidad de que justo en el último instante el conductor del coche dé un golpe de volante inesperado y evite el choque. Con lo cual, él saldría completamente ileso. Una posibilidad que es una oportunidad para sobrevivir. Pero no hay oportunidad sin condición. Y la condición es que forzosa, necesariamente, tiene que vivir el resto de sus días exactamente del mismo modo que acaba de diseñarse, que acaba de imaginar y visualizar. La salvación implica vivir realmente, auténticamente, aquella clase de vida que acaba de trazarse: lujo, lujuria, longevidad, opulencia, superabundancia y... vacío. La elección está servida: la muerte rebelde, ahora y aquí (será recordado como un héroe por sus amigos, como un chaval intrépido, dinámico, alegre, que saboreaba la vida), o la muerte dulce, aburrida, indiferente, tras setenta y siete años de dulzura, aburrimiento e indiferencia. Y entonces, el chico, nervioso, descompuesto, grita: "¡No quiero elegir!". Pero la voz, implacable, serena, le da sólo un momento, un minuto, un instante. Por eso la película se titularía "Un instante antes de morir". Y entonces el chico elige...
El accidente es mortal. La moto chocará frontalmente contra el morro del coche, él saldrá despedido por los aires y su cabeza se estrellará contra el asfalto, el cráneo se le partirá en dos, su cerebro se esparcirá en mil pedazos y la muerte será instantánea, violenta, trágica, rebelde, terriblemente poética, sí, porque es poética y rebelde la muerte de un joven hoy en día a los dieciséis años, un joven sencillo, un joven cualquiera. Pero la voz va más allá. Le indica una posibilidad para evitar ese final, la posibilidad de que justo en el último instante el conductor del coche dé un golpe de volante inesperado y evite el choque. Con lo cual, él saldría completamente ileso. Una posibilidad que es una oportunidad para sobrevivir. Pero no hay oportunidad sin condición. Y la condición es que forzosa, necesariamente, tiene que vivir el resto de sus días exactamente del mismo modo que acaba de diseñarse, que acaba de imaginar y visualizar. La salvación implica vivir realmente, auténticamente, aquella clase de vida que acaba de trazarse: lujo, lujuria, longevidad, opulencia, superabundancia y... vacío. La elección está servida: la muerte rebelde, ahora y aquí (será recordado como un héroe por sus amigos, como un chaval intrépido, dinámico, alegre, que saboreaba la vida), o la muerte dulce, aburrida, indiferente, tras setenta y siete años de dulzura, aburrimiento e indiferencia. Y entonces, el chico, nervioso, descompuesto, grita: "¡No quiero elegir!". Pero la voz, implacable, serena, le da sólo un momento, un minuto, un instante. Por eso la película se titularía "Un instante antes de morir". Y entonces el chico elige...Sergi Belbel, Morir
[Se admiten propuestas de terminación de la historia]
[Se admiten propuestas de terminación de la historia]
	
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				una vida sencilla, sin lujos ni lujuria, simplemente llenando el vacío con el amor de los suyos, demuestrando que cada día una persona puede ayudar con sus actos a otra. Ayuda a esa mujer con la bolsa cargada, coge el carro del bebé de esa joven madre para ayudarle a subir las escaleras, ayuda a cruzar el paso de cebra a un invidente... en fin, todo pequeño acto sin esperar nada a cambio.
Esos pequeños actos son los que hacen bella la vida, demuestra que hay gente que todavía tiene corazón, son realmente personas. Eso es por lo que hay que luchar cada día, por ayudar al que no pide ayuda y la necesita. Ese pequeño acto motivará a la persona, la cuál puede incluso plantearse lo mismo, y ayudar a su vez a otra persona, y esta nueva a otra, y a otra... Un mundo en el cuál... un mundo imposible.
Y sí, la muerte será aburrida, indiferente y (quizás) tardía, pero entonces, en tu lecho de muerte, piensa en cada momento que has hecho feliz a una persona, piensa cuando te lo han hecho a ti, y esa muerte aburrida e indiferente será una muerte tranquila, feliz y rápida. Tu momento ha llegado. Éste es el fin.
Ahora te toca a ti elegir. D.E.P.
RRF
				
				
			
			
			Esos pequeños actos son los que hacen bella la vida, demuestra que hay gente que todavía tiene corazón, son realmente personas. Eso es por lo que hay que luchar cada día, por ayudar al que no pide ayuda y la necesita. Ese pequeño acto motivará a la persona, la cuál puede incluso plantearse lo mismo, y ayudar a su vez a otra persona, y esta nueva a otra, y a otra... Un mundo en el cuál... un mundo imposible.
Y sí, la muerte será aburrida, indiferente y (quizás) tardía, pero entonces, en tu lecho de muerte, piensa en cada momento que has hecho feliz a una persona, piensa cuando te lo han hecho a ti, y esa muerte aburrida e indiferente será una muerte tranquila, feliz y rápida. Tu momento ha llegado. Éste es el fin.
Ahora te toca a ti elegir. D.E.P.
RRF
				 
				qué desconcierto... la mismísima "muerte" viene a visitar mi blog disfrazada de "usuario anónimo"... :-P
				
				
			
			
			
			
			
			
			
				 
				hola Anónimo, el argumento es de una obra de teatro de Sergi Belbel llamada Morir, y llevada al cine por Ventura Pons (no de José María Pou)
				
				
			
			
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