lunes, febrero 12, 2007
Foto: Soldaditos de plomo
12 de febrero: Día Internacional para acabar con la utilización de los niños y niñas soldados
¿Acabas de cumplir 15 años? Aún no puedes tomarte una cerveza en un bar, no puedes comprar tabaco, por supuesto no puedes conducir un coche ni ir a votar. Hay determinadas películas que no debes ver. Tampoco puedes pedir trabajo en alguna empresa. No tienes aún edad para participar en el mundo de los adultos. Con una excepción: puedes echarte un fusil al hombro e ir a la guerra. La legislación internacional lo permite.
Alrededor de 300.000 niños y niñas participan hoy en unos 17 conflictos armados de cuatro continentes. Algunos no tienen más de seis o siete años, la mayoría entre 15 y 18. En algunos países casi todos los niños soldados son varones, en otros –como Sri Lanka, Uganda o Colombia– una parte importante de los pequeños combatientes son niñas. En Angola, una investigación realizada en 1995 demostró que el 36 por ciento de los niños habia acompañado o ayudado a soldados y que un siete por ciento había disparado contra alguien.
La lista negra de países con niños soldados se ha reducido casi a la mitad en los últimos diez años –resultado de los tratados de paz en Irlanda del Norte, toda Centroamérica, Etiopía, Somalia, Mozambique, los Balcanes y varios países asiáticos. Pero el número de los niños alistados apenas parece haber disminuido: los señores de la guerra siguen considerando a los adolescentes como una fuente imprescindible de carne de cañón.
¿Por qué se les recluta? En primer lugar, por la falta de soldados adultos. Cuánto más dura un conflicto, mayor es la proporción de niños entre los soldados. Durante el último año de la Segunda Guerra Mundial, Alemania empezó a reclutar a niños a partir de los 12 años. Las guerrillas que combaten al gobierno de Birmania también se componen en gran parte de adolescentes: apenas quedan mayores. En la guerra contra Irak, el ejército de Irán utilizaba niños para despejar campos de minas y “ahorrar” así a los soldados experimentados. Además, los niños son más obedientes que los adultos, no reclaman salarios y no entienden el peligro: combaten sin miedo.
Antiguamente, los menores no podían ir a la guerra porque las armas eran demasiado pesadas y difíciles de manejar. Hoy, los fusiles de asalto, con sus diseños ligeros y simples, pueden ser llevados, desmontados y montados por niños de diez años de edad. Y son cada vez más baratas. Al cabo de un largo conflicto, como el que desolaba el norte de Uganda, un fusil moderno costaba menos que un pollo. Pero los niños no sólo sirven como combatientes. También se les encargan los más diversos trabajos de apoyo militar: son espías, porteadores, cocineros... y en el caso de las niñas, con frecuencia “esposas” de los soldados.
No sólo las guerrillas utilizan a niños soldados: también lo hacen los grupos paramilitares y pro-gubernamentales de Colombia, Argelia o Israel. E incluso muchos ejércitos gubernamentales cuentan con adolescentes entre sus filas. No siempre se trata de un reclutamiento forzoso: cuando un conflicto ha arrasado con la población, una unidad militar, sea del signo que sea, puede convertirse en una especie de familia adoptiva para un niño. La pobreza y el caos creados por una guerra civil pueden ser tan graves que la mejor opción para un niño sea hacerse con un arma y combatir en algún bando. Sierra Leona y Liberia son ejemplos. Cuando se trata de un conflicto étnico, también es frecuente que los niños quieran imitar a sus mayores y defender su identidad cultural o vengar a sus padres.
Algunos ejércitos y grupos armados intentan exponer a los adolescentes menos a combates y más a programas de adoctrinamientos. Otros los hacen pasar por ritos de “iniciación” que van desde la tortura física hasta la obligación de matar a prisioneros indefensos o incluso a miembros de su propia familia. La finalidad es imposibilitar el retorno del niño a su comunidad. Este hecho complica en muchos conflictos africanos la desmovilización de los jóvenes soldados: no pueden reintegrarse en la sociedad tras el fin de los enfrentamientos. Y pocos tratados de paz prevén alguna solución para los ex combatientes menores, que a menudo formalmente ni siquiera cuentan como soldados.
Hasta el año 2000, la legislación internacional permitía forzar al servicio militar a niños de 15 años. Actualmente, el Protocolo Opcional para la Convención sobre los Derechos del Niño lo prohíbe, aunque permite que los pequeños se alisten “voluntariamente”. Es dudoso, sin embargo, que un niño atrapado en un conflicto armado pueda tomar “libremente” la decisión de alistarse. Aún así, en el año 2003, no sólo los ejércitos nacionales de Burundi, República Democrática de Congo, Israel, Birmania, Sudan y Uganda mantenían a menores de 18 años en los cuarteles, sino también dos estados que difícilmente necesitarían a estos soldaditos de plomo: Estados Unidos y Gran Bretaña. En este último país hay actualmente entre 6.000 y 7.000 soldados menores de 18 años y el 40 por ciento de todos los miembros del personal militar se había alistado a los 16 o los 17 años de edad. Antes de poder votar. Antes de poder decidir libremente qué película ver el sábado por la noche.
Extraído de "Prohibido volar", Save the Children
Foto: Soldaditos de plomo (Birmania, 1995)
Agustín Catalán
Cada puesto de control de la guerrilla birmana karen suele estar ocupado por dos jóvenes guerrilleros. Hacen turnos de guardia de 12 horas. La fotografía muestra a un adolescente de 15 años con su compañero, de 18, que quedó mutilado por la explosión de una mina cuando era un niño. Muchos de estos vigilantes, que comen y duermen en sus puestos, no disponen ni siquiera de balas. Más que combatir, su misión es advertir a sus compañeros de la presencia de tropas enemigas.Agustín Catalán