sábado, junio 09, 2012

 

Persiguiendo sueños imposibles: Cuarta parte

Las partes anteriores:
Parte 1ª. Fitzcarraldo. La película.
Parte 2ª. Un montón de sueños. El documental sobre cómo se hizo Fitzcarraldo.
Parte 3ª. Mi enemigo íntimo. Documental de Herzog sobre su difícil relación con Klaus Kinski.



Parte 4ª. Conquista de lo inútil. El diario íntimo de Werner Herzog durante el rodaje de Fitzcarraldo.

Así recuerda la fantástica Claudia Cardinale su descubrimiento del diario de Werner Herzog durante el rodaje de Fitzcarraldo (vídeo de sólo un minuto, no te lo "saltes"):

   
(su inglés se entiende muy bien, pero le he puesto subtítulos en castellano: pincha en "cc", en la parte inferior derecha del vídeo, si no se ven)

Cuenta Cardinale que Kinski estaba muy celoso porque para él aquel diario era algo misterioso, que le excluía. Kinski tenía miedo de lo que Herzog podía escribir de él en aquel diario. Y aunque en el documental (Mi enemigo íntimo, 1999) Herzog dice que no lo ha publicado y que ni siquiera lo ha leído, finalmente lo publicó en 2004, en alemán, como Eroberung des Nutzlosen. Cinco años después fue traducido al inglés con el título Conquest of the Useless: Reflections from the Making of Fitzcarraldo.

Como dijo la recensión de The New York Times, el documental Mi enemigo íntimo nunca pudo penetrar en los pensamientos deshonestos de Herzog, al menos no en la forma en la que su fascinante y extraño diario escrito lo hace.

Fue finalmente traducido al castellano y publicado como Conquista de lo inútil por la editorial Blackie Books en 2010 (ver aquí la presentación de la editorial). En la nota publicada por La Vanguardia con la aparición de la edición en castellano, Herzog responde a la pregunta "Después de todo eso, ¿no se volvió loco, señor Herzog?":
No, cuando las dificultades arreciaban, yo me refugiaba en la escritura. Hay gente que busca consuelo en la religión, o busca el olvido con la bebida. O con la música. Yo escribía. Porque pensaba, y todavía pienso, aunque luego, no sé por qué, no podía ni mirarlo, que ese texto sobreviviría a la película...
Y continúa la nota:
Efectivamente, el diario da una imagen de distanciamiento poético. Como si las desdichas de Fitzcarraldo no fueran con Herzog. El director se lo mira todo con atención, pero también con indiferencia; con la misma indiferencia con que la jungla mira las batallas inútiles del protagonista del filme. “La naturaleza es indiferente a las pasiones de los hombres”, asegura Herzog, que se reconoce un buen director de espacios abiertos: “Soy bueno rodando la selva, la aridez del desierto o la majestad de la alta montaña (tiene un documental sobre un volcán a punto de estallar)”. “Y ya sean ficciones o documentales, yo no romantizo las historias –insiste Herzog–. Me han colgado la etiqueta de romántico a mi pesar. A mí me interesa la voluntad de los hombres por conseguir sus sueños”.
Éste es mi ejemplar, en papel, como los de los "viejos tiempos":



Termino con un par de anotaciones del diario.

Ésta, del día 14 de febrero de 1981, punto de inflexión en la determinación de Herzog:
Río Camisea, 14/2/81 
El río un poco más bajo hoy. Mauch, Vignati y yo hemos subido con machetes por la pendiente hasta el punto más alto entre los ríos, nos hemos montado en la plataforma y nos hemos dejado mecer por el viento. Estábamos completamente a solas con la selva; hemos flotado sobre las copas humeantes de los árboles y he perdido el miedo a la idea de hacer pasar un barco enorme por encima de la montaña, aun cuando todo en este mundo aquiejado de gravedad se pronuncie en contra.
Otra anotación interesante un par de meses después. Reflexión sobre el paralelismo entre la selva y la ópera, dos ingredientes que aúna Fitzcarraldo, y el denominador común a ambos ingredientes: la belleza de lo inverosímil. Una clave para entender la película.
Camisea, 14/4/81 
Gran prueba de vestuario ayer; a Paul le cortaron el pelo, y a Kinski le hemos puesto un tinte de un tono ligeramente distinto. Varios berrinches suyos, uno porque le tocaron el cabello. "Ni siquiera mi peluquero puede tocarme el pelo", gritaba fuera de sí, pero cuando soy yo quien le acomoda el pelo y el sombrero, lo acepta. Mientras tenía otra rabieta por alguna otra trivialidad, una niebla silenciosa llenó el valle e inundó suavemente la selva profunda. Alan Dunn, me acordé, tenía un reloj parlante que daba la hora con voz plana de robot, y me entraron ganas de tenerlo aquí conmigo. 
He leído la traducción del libretto de Piave para el Ernani, editada en Zurich en 1952, y en el prólogo he encontrado un comentario de una estupidez tremenda: "se han suprimido las inverosimilitudes más flagrantes", cuando lo increíble es precisamente lo más bonito de la historia, o mejor, del género operístico en general, justamente porque aquello que no es concebible ni por el más exótico cálculo de probabilidades, aparece en la ópera como lo más natural, en una poderosa transformación en música de un mundo en su totalidad. También los Grandes Sentimientos de la ópera, que suelen despreciarse por exagerados, a mí al contrario me parecen condensados, reducidos a arquetipos, a una esencia que ya no es posible concentrar más. Son axiomas de sentimientos. Eso es lo que la ópera y la selva tienen en común.

Termina aquí esta mini-serie sobre la conquista de los sueños imposibles e inútiles. Espero que te haya interesado, al menos, un poco. Te invito a dejar tus comentarios, ya te parezcan nimios o exagerados. Imagina que los piensas en voz alta mientras estás solo, en medio de la selva, escuchando O Mimì, tu più non torni (La Bohème, Puccini) interpretado por Caruso y Scotti...

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