miércoles, marzo 14, 2007

 

Postales desde Viena: Calle Graben

Calle Graben, Viena

En la postal anterior veíamos la catedral de San Esteban desde el inicio de la calle Graben, el centro comercial de la ciudad. Amplia, peatonal, siempre animada, llena de comercios de esos que te atraen la vista (Knize, Braun, Zur Schwäbischen Jungfrau...), confiterías increíbles (Altmann & Kühne), restaurantes y cafés elegantes... y todo en menos de 300 metros que tiene de larga.

Lo más característico de la calle es la Columna de la Peste. Es un monumento barroco que conmemora el fin de una epidemia de peste negra en el siglo XVII. Dicen que el rey Leopoldo I no huyó de la ciudad, como hacían otros reyes y nobles en otras grandes ciudades, sino que se quedó a sufrir el mismo destino que sus súbditos, e hizo campaña sobre buenas costumbres higiénicas impensables en la época, como por ejemplo... ¡lavarse las manos alguna vez!

Una nota curiosa: la calle Graben aparece mencionada en el libro La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud (1898). Concretamente en el capítulo quinto (Material y fuentes de los sueños), sección segunda (Lo infantil como fuente onírica):
Detrás del siguiente sueño de una señora mayor se esconde toda una serie de recuerdos infantiles reunidos en una fantasía. «Sale apresuradamente a hacer varias comisiones. Al llegar al "Graben", se desploma en el suelo de rodillas, como "reventada". En derredor suyo se arremolina un grupo de gente en el que predominan los cocheros de punto, pero nadie la auxilia. Varias veces intenta en vano incorporarse. Por fin debe de haberlo conseguido, pues la meten en un coche que va a llevarla a su casa. A través de la ventanilla la arrojan una pesada cesta muy voluminosa (parecida a una cesta de la compra).»
Más abajo explica:
La sujeto de este sueño es aquella paciente que en su vida onírica es siempre apurada, como de niña apuraba ella a las demás. La primera escena de su sueño procede, sin duda alguna, del recuerdo de haber visto caer a un caballo en la calle o en las carreras, accidente al que alude también la expresión «como reventada». En años anteriores había sido la sujeto una gran amazona, y es de suponer que en sus años infantiles sirviera también alguna vez de caballo a sus compañeros de juego. A este tema de la «caída» pertenece su primer recuerdo infantil, referente al hijo de su portero, muchacho de diecisiete años, que, habiendo sufrido en la calle un ataque epiléptico, fue traído a su casa en su coche. Ella no presenció esta escena, sino que solamente la oyó relatar; pero la representación del ataque epiléptico y del «caído» adquirió un gran poder sobre su fantasía e influyó después en la forma de sus ataques histéricos. Cuando una mujer sueña que «cae», suele esto tener, casi siempre, un sentido sexual. Con ello se convierte en una «mujer caída».

En nuestro sueño resulta esta interpretación más indudable por el lugar en que la paciente cae: el «Graben», plaza de Viena, conocida como mercado de la prostitución; la «cesta de la compra» es susceptible de varias interpretaciones. En primer lugar, recuerda las muchas «cestas» que la sujeto ha dado a sus pretendientes (expresión alemana equivalente a la española «dar calabazas») y que luego, en una ocasión, cree haber recibido a su vez. Con este tema se halla también relacionado el que nadie la quiera ayudar a levantarse, circunstancia que interpreta como un signo de desprecio. La cesta de la compra recuerda, además, determinadas fantasías, descubiertas en el análisis, en las que se imagina casada con persona de condición muy inferior a la suya y tiene que ir personalmente a la compra. Por último, también puede interpretarse la «cesta» como alusión a una sirviente. A esta representación se añaden recuerdos infantiles referentes a una cocinera que, al ser despedida por ladrona, calló de rodillas, suplicante.

En la época de este suceso tenía la sujeto doce años. Recuerda también a una doncella que fue despedida por mantener relaciones sexuales con el cochero de la casa, el cual la tomó después en matrimonio, rehabilitándola. Este recuerdo nos da la fuente de los cocheros del sueño (en el que se niegan, al contrario de como sucedió en la historia real recordada, a «levantar a la mujer caída»). Queda aún por explicar el detalle de arrojar la cesta dentro del coche, y precisamente a través de la ventanilla. Este hecho le recuerda la facturación de los equipajes en las estaciones, el galanteo por la ventana en su residencia campestre y triviales impresiones de su estancia en dicha residencia, tales como la de haber visto a un caballero que desde el jardín iba arrojando ciruelas al interior de la casa, haciéndolas penetrar por una ventana a la que se hallaba asomada una señora, y la del miedo de su hermanita al ver asomarse a la ventana de su cuarto a un aldeano bobo. Por último, emerge detrás de estos recuerdos la oscura reminiscencia de una doncella que tenían en la finca y que solía «perderse» por el campo con un criado. La sujeto tenía por entonces diez años, y es muy posible que advirtiese alguna vez los manejos de aquellos enamorados, los cuales fueron despedidos («facturados», «echados fuera», circunstancia que el sueño representa antinómicamente por la cesta «echada dentro del coche»). A esta historia nos aproximan asimismo, en el análisis, otros caminos. Para designar el equipaje de un criado se usa en Viena la expresión despectiva «las siete ciruelas» (Sieben Zwetschker). «¡Coja usted sus siete ciruelas y márchese!»
A esto lo llamo yo sacarle sacarle jugo a un sueño, ¿no os parece?

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